Durango.- Después de un par de semanas de planeación de la exposición con Mariana, a manera de ritual, decido caminar un par de metros de la glorieta de la Cibeles hasta llegar a la cortina del local en el que fue el primer Gaga. Está lloviendo y hay fila para entrar al Contramar. Como no tengo nada que hacer ahí, me retiro.
Uno no es ninguno talló Claire Fontaine en la puerta de madera del baño del Laboratorio Arte Alameda. Junto con los demás artistas participantes en la exposición colectiva Otra de vaqueros -curada por Perros Negros y Toasting Agency en 2007 en ese museo, participando de ese rito universal en los baños públicos. Esta frase también aparece en la obra de este mismo colectivo conformado por Fluvia Carnevale y James Thornhill, que formó parte de la exposición inaugural de la galería Gaga en la Ciudad de México el 4 de enero de 2008 en la calle Durango.
Adriana Lara, artista que junto con Fernando Mesta y Agustina Ferreyra conformaron el colectivo de curaduría y gestión Perros Negros, crea el logo de la galería… esta espiral hipnótica que como una especie de trompo se encuentra en el piso sin moverse. La puerta o el espiral parecen entradas o umbrales a un universo particular, en el que Gaga nos permite transitar por medio del programa que consolida reuniendo a un grupo de artistas de distintas generaciones y latitudes cuya práctica artística comparte narrativas que en ese momento no eran recurrentes en el contexto mexicano. Este aparentemente heterogéneo grupo de artistas reacomodan símbolos, deconstruyen categorías totalizantes y exploran un mundo saturado de códigos, para evidenciar contradicciones en nuestra realidad social pero no desde la denuncia sino desde el juego o la ironía. Con infinita sensibilidad apelan a esa sensación de desasociación del modus operandi del mundo contemporáneo.
Amsterdam.- (Yo vivía en Guadalajara) Coincidía que estaba en Ciudad de México y decidí visitar a mi amiga Luisa en su trabajo. Me muestra una serie de piezas de Sam Pulitzer realizadas en serigrafía y fondos realizados con pintura electrostática. Gaga en aquel momento ya tenía una larga historia, pero esta ya no me tocó a mí vivirla. Estas piezas de Pulitzer me parecen impecables a nivel formal y es hasta que realizamos esta curaduría que me entero que Marce es la responsable de supervisar dicha producción. Ahora que revisamos la muestra “War Pickles” y nos muestran la escultura de acrílico que presenta un dibujo de Rick Owens en calidad de quimera, entiendo la forma en que Pulitzer trabaja con las imágenes, el internet y herramientas análogas como el dibujo y la escultura para crear cyborgs.
Jay Chung y Q Takeki Maeda actúan el video de la canción She’s Gone de Hall & Oates de los años setenta, rescatando una obra de video performance en una era pre-MTV. Como en el resto de obra, buscan apropiarse de las estructuras dominantes del arte para evidenciar lo que se excluye.
Pintar en México (y pintura a secas).- Mientras que allá afuera se discute la pertinencia de tal o cual medio para la creación artística, Kaplun, Aviña y Gurrola, pintan diligentemente en sus respectivas temporalidades, sin prestarle mucha atención al relajo argumentativo que se repite eternamente tanto en espacios de educación artística, como en los encuentros sociales en los que se discute el marco de lo que se considera el Zeitgeist de un momento dado. A pesar de pertenecer a generaciones distintas, la obra de estos artistas encuentra un punto común en acercarse a la pintura desde una sensibilidad que cabalga con anteojeras, sin dejarse distraer por el entorno, caminando hacia un rumbo propio. Gurrola toma a un Guston que se fue de México, pintando a la manera mexicana, antes de erigirse la “cortina de nopal” y lo regresa a nuestro país después de una ruptura de la misma, cuando este se encuentra pintando el limbo que existe entre la abstracción y la figuración: la caricatura. Si pensamos en la influencia de Posada sobre los muralistas mexicanos, este bucle cobra sentido, a pesar de la estigmatización de dicho medio. Gurrola samplea a ese Guston que abandonó el expresionismo abstracto y no se alinea al minimalismo, y de la misma forma que el artista canadiense, él no se alinea a la pintura neomexicanista. Por otro lado, Kaplun y Aviña estudian en la ENPEG “La Esmeralda” al final de una “época dorada” de neo conceptualismo tardío en México, en un momento en el cual la pintura se encuentra más bien marginalizada. A pesar de que después de la crisis inmobiliaria del 2008 de Estados Unidos, los mercados internacionales retoman este medio por su viabilidad comercial, en México el desinterés por la pintura en múltiples circuitos artísticos se extendió hasta finales de la década del 2010. Los artistas como Marco Aviña y Karla Kaplun que pasaron sus años formativos en esta época, obtuvieron herramientas para ser pintores que piensan más allá de los márgenes del bastidor, sin por esto descuidar el oficio que demanda la pintura de estudio. En este contexto, en el año 2012, la artista Adriana Lara realiza la muestra “La pintura (lasser) moderna” en la cual juega con las ideas de la moda como indumentaria e industria y la moda como las tendencias estilísticas dentro del mercado del arte. La pertinencia o protagonismo de dicho medio no está en tela de juicio dentro del programa de Gaga, pues este como muchos otros, es un medio más para la enunciación dentro de los cuerpos de obra de los diferentes artistas de la galería. En el caso de Peter Fischli la pintura del simio que termina en posesión de su tío en su infancia (con el anhelo de que este alcance en algún momento el éxito profesional), posee dos dimensiones, la del ejercicio plástico del artista como niño y la del readymade, reencontrado por el artista como adulto.
A su vez, Ricardo Nicolayevsky, Guillermo Santamarina y en un mismo sentido Juan José Gurrola, se salen de los cánones con energía que extraen y revuelven desde un lugar distinto al del artista que explica su obra desde las escuelas artísticas.
Vestir.- O no necesariamente vestir. Por ejemplo, recuerdo ver por vez primera los Nike Air Streak Spectrum Plus en colaboración con Supreme que el dúo ASMA utilizó como soporte para describir una estampa naturalista con el reconocible tono neo-romántico que distingue al dúo artístico. Los objetos cotidianos son recurrentes soportes en la obra de la dupla ecuatoriana-mexicana, pues las escenas que presentan nos recuerdan aquellas escenas de la pintura decimonónica en la que el artista melancólico, harto de las grandes ciudades, en plena revolución industrial, decide voltear la mirada a aquellas estructuras góticas consumidas por árboles, pastos y musgo. El deseado zapato colaborativo de Nike y Supreme es un producto cultural de nuestra era que es superado por una escena idílica en un estanque sobrevolado por una libélula. Bernadette Van-Huy por otro lado, aprende sobre moda consumiendo todas las revistas que puede y creando los espacios donde la gente pueda precisamente vestir: las fiestas. En el caso de BC, la moda no se vuelve un material de la obra artística, sino que la sesión de fotos es el objeto artístico, como se puede observar en la serie de fotos que el colectivo realiza utilizando las piezas de la colección Jumex como utilería para una serie de fotos que toma como referencia las pinturas de Mary Cassat para sus composiciones. La moda es una disciplina artística del día a día y precisamente por eso varios artistas de la galería realizan tanto ropa como joyería como una extensión de su oficio artístico.
La aparente vacuidad del mundo de la moda y del arte se vislumbra en las fotografías de moda de Bernadette Corporation, a través de composiciones de Mary Cassat y obras de la colección Jumex o las ideas del poeta Mallarmé. Éstas, a su vez, dialogan con la belleza en los objetos de Marc Camille Chaimowicz, remitiendo al diseño de interiorismo, considerado un arte menor al arte expuesto en galerías. La asociación de símbolos como dibujos se puede ver en la joyería de Ana Pellicer y las creaciones de joyería de Mended Veil -el alter ego de Danny McDonald, quien nos ofrece también estas escenas de la vida a través de muñecos y props del imaginario contemporáneo, al igual que Mathieu Malouf pintando imagenes de objetos o situaciones de la vida cotidiana.
Sacar la galería de la galería.- Emily Sundblad, como buena galerista/artista, decide salir de la galería con su exposición (pues imagino que puede ser más cansado estar dentro de una galería dirigiéndola que exponiendo en ella). De una manera que me recuerda a Eydie Gorme con Los Panchos, Emily canta un cover en español de la canción “Enjoy the Silence” de Depeche Mode en el piano, debido a que la artista menciona que le gustaría hacer objetos artísticos que el público no especializado pueda apreciar. Presenta pinturas en el inmueble de a lado, el restaurante Contramar y ameniza las calles del centro histórico de la ciudad de México en la calle de 5 de Mayo cantando sobre pistas de piano. Fernando Palma se filma caminando a las orillas de la ciudad de México con una cabeza de coyote de cartón. Podría decirse que las piezas de Palma intentan moverse para escapar de la galería, pero mueren en el intento. En el caso de Gurrola, el asunto es más de entrar y salir entre el teatro y la galería. En el de Nina Könnemann, de meter y sacar (de un bote de basura, una caseta de cargado de celulares) y de estar afuera de la galería y el estudio, filmando en las calles. También se debe salir para fumar, debido a que ya no se permite dentro de muchos edificios hoy en día.
Filmada en la Ciudad de México en 2007, Imperio es un remake de la famosa obra Empire de Warhol realizado en colaboración entre Reena Spaulings, Claire Fontaine y Bernadette Corporation, en donde observamos la Torre Latinoamericana inerte que a su vez nos permite ver en ella reflejada nuestras idealizaciones de lo que significa ser moderno o ser partícipes en conversaciones en un mundo globalizado. Pero sobre todo, es un llamado a las asociaciones de mundos que coinciden no en las reglas o diálogos imperantes sino en los de narrativas y experiencias estéticas compartidas fuera de éstas.
Sentarse en el piso.- Importante. En el pasto de alguna terraza, o en el pretil de la ventana. Con artistas de todo tipo, principalmente para platicar, si es en la calle, de nuevo, porque no se puede fumar adentro.
Fernando nos comenta lo que significa representar al artista suizo Peter Fischli en su galería. Fischli es un artista que surcó el mundo del arte dentro del colectivo que creó con su amigo David Weiss y que a partir de la muerte de éste, regresa a trabajar en solitario a sus 60 años. En este sentido es muy simbólico que Gaga tenga en su inventario el dibujo de un chango que pinta de niño y que regala a su tío, quien lo guarda como presagio a su futura carrera como artista.
También formada en las escuelas artísticas de Suiza, Vivian Suter replantea su práctica a partir de las condiciones atmosféricas y temporales del lugar donde decide vivir a partir de 1982: Panajachel, Guatemala. Su entorno se vuelve no objeto de inspiración y representación sino de coautoría.
Gesamtkunstwerk (no sé alemán).- Vivir en la rigidez de las categorías puede hacer que uno se aburra mucho. Es interesante cuando la obra artística existe en las fiestas, dentro de una memoria USB, en una servilleta en la sobremesa, en una habitación de gran tamaño o en los bolsillos. Cosima von Bonin aboga por exposiciones colaborativas en las que sus peluches escultóricos parecen invitar al espectador a sentarse con ellas a platicar. Lo que podría ser una pieza bidimensional montada en pared, se vuelve objeto escultórico que corta el espacio. En la obra de Marc Camille Chaimowicz también podemos detectar unon ejercicio creativo que va desde realizar dibujos, diseñar muebles, diseñar lámparas y crear objetos en general, hasta la creación de espacios. Chaimowicz reivindica a través de su trabajo el ejercicio sensible cotidiano de crear un espacio. Ana Pellicer por otro lado presenta en el espacio como objeto escultórico los mismos pendientes que podrían colgar de las orejas de la o el espectador. La escultura no reemplaza al objeto de joyería, ni viceversa, sino que Pellicer nos permite portar y habitar con los objetos, ambas dimensiones al mismo tiempo. Los cuerpos de obra que nos permiten experiencias estéticas tangenciales pero al mismo tiempo integrales, me parecen en la contemporaneidad las que mayor cercanía poseen con la idea de “obra de arte total”.
La performatividad como acto de creación integral es algo inherente en muchos de estos artistas. Emily Sundblad canta increíble, es artista pero también tiene un proyecto de galería en colectivo. Alex Hubbard cuestiona el acto mismo de pintar, de realizar composiciones, pero también de cómo se usan sus obras.
Las palabras.- La primera frase que identifico en el video de Karl Holmqvist que Fernando nos muestra en una laptop a Mariana y a mí en una tarde calurosa en Guadalajara es la letra de la canción “Cocaine In My Brain” del artista jamaiquino Dillinger. Me comentan que era una experiencia alucinante la forma en la que las palabras del artista sueco resonaba en las paredes del Laboratorio Arte Alameda en 2007, a pesar de esto, el solazo de la calle, las labores del taller mecánico que se encuentra frente a la galería y demás sonidos propios del mediodía, se vuelven una extensión de los poemas de Holmqvist, que se construyen como un collage que integra el sonido de las palabras escritas por el artista, fragmentos escritos por otros autores y la visualización de las palabras recitadas. Las palabras son comunes en las galerías, pero en Gaga estas no actúan solamente como complementos de los objetos artísticos, sino que son elemento protagónico de las exposiciones. El artista mexicano Guillermo Santamarina, por ejemplo, además de producir arte desde los objetos, plantea sus títulos desde una sensibilidad poética que puede surgir en el vivir cotidiano de la mesa de un restaurante. En la muestra colectiva del año 2014 “Todos los originales serán destruidos” esto se hace evidente en el hecho de que la muestra conjunta obras realizadas por escritores, entre ellos Luis Felipe Fabre. En la Ciudad de México, entre conversaciones, me comenta el escritor que en el campo del arte contemporáneo es donde irónicamente se topa con más censores de su pluma, pero que a pesar de esto, Gaga es el espacio en donde su obra literaria ha dialogado con el arte contemporáneo de manera más libre. Por esta razón nos pareció pertinente integrar un texto del escritor capitalino como una obra más dentro de la exposición.
Ir a Guadalajara.- Después de un año fuera de la capital jalisciense, me entero de que un grupo de artistas a quienes estimo, asisten con recurrencia a la nueva sede de la galería Gaga en la ciudad. Este grupo reúne artistas plásticos, escritores, músicos, productores audiovisuales y diseñadores de moda. A partir de la apertura de dicho espacio en la ciudad de Guadalajara, este grupo, a los ojos de la ciudad “desordenado”, pareció obtener un nuevo norte. Al realizar esta curaduría, nos encontramos con cuerpos de obra en los que se integran la pintura, la literatura, el ready made, la fotografía, la indumentaria, el teatro, el performance, el video y cualquier otro lenguaje que permite reacomodar elementos preexistentes para expresar la subjetividad humana. La elección de una carrera artística ofrece muchos más momentos de desconcierto, añoranza y desorientación que de certeza, conformidad y dirección concreta. Esta turbulencia emocional, propia de las actividades de “lo sensible”, viene por fortuna de la mano con amistades particulares, que no solo hacen llevadera la vida de quién decide tomar este camino, sino que también alimentan esa parte de nosotros que no se puede señalar en el cuerpo. Estas amistades abarcan desde personas que conocemos personalmente, hasta aquellos sujetos cuyo trabajo nos emociona y nos forma desde las exposiciones que visitamos cargando una mochila, o buscando artículos y escritos toda la noche en internet.
He sido afortunada de tener una amistad particular con Fernando: las conversaciones en las que compartimos nuestros intereses, lo que nos gustaba pero también lo que nos chocaba del mundo del arte… me asombraba ver como delineaba el programa de su galería: me veía confrontada por los artistas que exhibía, que me atraían pero también me forzaban a salir de ideas preconcebidas. Me fui de Guadalajara a la Ciudad de México en donde encontré a Fernando que venía de Chihuahua. Ahora revisamos diecisiete años de su galería para hacer una lectura de su historia en Guadalajara, el cual se convierte en una geografía que curiosamente permite ver con mayor libertad este conjunto de artistas que congregamos en la exposición. Estos lares han sido siempre una tierra fértil para la creación artística aún cuando es una ciudad conservadora pero con un sentimiento de identidad y arraigo muy fuerte. Estas tensiones son talvez las que nos permiten trazar propios caminos, experimentar y explotar por ese constreñimiento… y ésto siento que es algo que los artistas particulares que son presentados en Gaga hacen constantemente: buscarse fuera o a pesar de las estructuras, cantar o declamar ese sentido de no pertenencia para encontrarnos nuevamente en una colectividad particular. Gracias a Luis, Luis Felipe y a Fernando por compartir su visión en esta revisión.
Mariana Munguía and Luis Fernando Muñoz
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Gaga is pleased to present Кризис Безобразия, Sam Pulitzer’s third show at the gallery.
This exhibition consists of 13 graphic works presented under the Russian-language title, Кризис Безобразия. When translated into the English language, the phrase means “Crisis of Ugliness.” It is taken from a set of essays written by Soviet aesthetic philosopher Mikhail Lifshitz, a colleague of György Lukács, in the eventful year of 1968. Lifshitz develops Georgy Plekhanov’s critique of 1912’s salon d’automne as a “crise de la laideur,” a judgement which borrows critic Camille Mauclair’s earlier negative assessment of the Fauves’ artistic achievement, into a philippic against the historical fortunes of Cubism and Pop Art. The benefit of keeping the title in Russian is the richness of Безобразия which bears greater nuance than the mere unsightliness that both ‘ugliness’ or ‘laideur’ convey. Broken down into Без and образия, it suggests an “image-lessness” of ethical dimensions in a sense closer to the German theological term, Bildlosigkeit. (Note: I am paraphrasing translator David Riff’s discussion of Lifshitz’s text.)
In the essay, “Myth and Reality: The Legend of Cubism,” Lifshitz’s claims that, while it constitutes “a protest [that reflects] the presence of a huge stratum of people hungry to see a new heaven and a new earth,” Cubism is tempered by a social deficit in which, “instead of fighting to change the real forms of life’s ongoing process, [the cubist] breaks the forms in which it is perceived.” In favor of a theory of realism of which he was a partisan, Lifshitz further opines—
The entire lineage of depicting reality in its visible forms, and especially in forms of life as the basis of the beautiful, is unacceptable to those who worship the kingdom of the dead. […] The question of truth is cast aside entirely. ‘We all know’, said Picasso himself, ‘that Art is not truth.’ Cubism consciously creates unprecedented combinations of form without guaranteeing that they will resemble anything at all in our ordinary, sinful world or even in the otherworldly realm of pure form. ‘Art is a lie’. ‘Those lies are necessary for our mental selves’.
Naturally, such a “crisis”—one would be hard-pressed to claim that Lifshitz’s dismissal of North Atlantic aesthetic modernity as anything other than polemic—has fallen not only out of fashion but out of historical favor. The war of position between one constellation of, give or take, aesthetic modernity and political tradition against that of another has been unceremoniously settled in a social program of shock therapy far more unsightly than the Campbell soup cans that came to serve as the one-dimensional emblems of a universal dream realized. But, that, too, was many booms and busts ago; so much so, that such a memory itself seems a pathological distraction for a contemporary society that is as pious in its embrace of novelty as it is novel in its embrace of piety.
The graphic works gathered under such a weighty title were produced in the afterlife of such an antiquated state of affairs as they are delivered into a present ostensibly free of any practical obligation to the historical beyond revision. As images, they depict, in a standard poster format and against a monotone red background, discrete objects that have been modified in one way or another so that they might communicate to a disinterested observer that they represent much more than what they are—even though, in truth, they are only just so. If the kingdom of the dead were located somewhere between a relative’s attic and an auction house, ignoring for a moment the charnel houses that punctuate history, this visual detritus would be found laying in wait for redemption as aureoles of broken fate.
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As a general rule of thumb, you could say that without abstraction at your hands this world’s tidings will always be too far away or way too close up. In the sea that spans these two poles, Sam and Peter (both artists) set sail with a new set of work, presenting their first collaborative show here in LA, only a few short days before Christmas 2016.
In Pulitzer’s colored pencil drawings we see avocados losing their cores, the wicked witch of the west melting away, communicating cereals, a city at night and many other images sending out unmistakably clear messages in a sign language blending advertising, public branding strategies and children’s book illustrations with a moody undertone of incompleteness, loss and longing. For example, the tediously rendered traffic light: STOP. We also see a girl knitting a scarf to comfort her friend. But these drawings also speak of a „sweet spot“ of devoted production. But this private labour is contrasted with the edgy titles around a malfunctioning every day life and its conditions and requests. Twenty-two of these works are mounted on free-standing metal fences that form a flimsy Stonehenge rotunda, as if displaying crafts at a country fair in Vermont or encrusted with cheap sunglasses on the foot of Mount Montmartre in Paris, France.
Seen through these display grids, Peter Wächtler’s big volcanoes sputter away, erupting and smoking, based on the visual effect of smearing pastel colors on large sheets of cotton paper. The mimetic play of this work is not too far from street art and just as effects-driven, seeking acknowledgement of wit, skill and artistic attitude, which easily could be translated into a tired dog’s bark for love. However this acknowledgment is heavily corrupted due to the clumsy and hysterical overdose of five erupting volcanoes paired with an equal number of starfish sculptures whose marine textures were embossed using a meat tenderizer while the glass was still hot. Also there is the drawing next to the bar that attempts a more realistic, less abstract depiction of a murky riverside scene combined with a Big Foot perspective and two hands that harshly tear away nettles, a bird’s nest and raspberry bushes to reveal a brown slope leading up to a parking lot.
Downstairs a sign welcomes a friend home, a hand-painted sign that anybody would hope for after a long trip or a stay at the hospital in Berlin-Mitte, who longs to arrive back at a home not a house, to rejoin with lovers not people and to celebrate life not time.
Sam Pulitzer (b. 1984) is an artist and writer based in New York. Pulitzer recently had solo exhibitions at établissement d’en face, Brussels; Real Fine Arts, Brooklyn; Lars Friedrich, Berlin; House of Gaga, Mexico City; and Artists Space, New York. Pulitzer has participated in numerous group exhibitions, including, in 2016, “The Lasting Concept” at the Portland Institute for Contemporary Art, Portland; “Home @ Schwarzcafé” at LUMA Westbau, Zürich; and “The Highs of Everyday Life” at Reena Spaulings, New York.
Peter Wächtler (b. 1979) is an artist and writer based in Berlin and Brussels. He has had recent solo exhibitions at Chisenhale Gallery, London, and Renaissance Society, Chicago. Wächtler’s recent group exhibitions include the 2015 Triennial: Surround Audience, New Museum, New York (2015); the Liverpool Biennial (2014); Meanwhile… Suddenly and Then, Lyon Biennale (2013); Pride Goes Before a Fall – Beware of a Holy Whore, Artists Space, New York (2013); Un-Scene II, Wiels, Brussels (2012); Melanchotopia, Witte de With, Center for Contemporary Art, Rotterdam (2011). Sternberg Press published a collection of Wächtler’s texts in 2013, entitled Come On.
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Denials and supplications each refer to something that could be labeled as status conditions. Denial notes a state of being and supplication a presumption of becoming. It has been pluralized in the exhibition’s title to suit attachment to the multiple works on view.
This couplet of concern claims analogy in two scenic components of a construction central to the exhibition. One half of this construction dedicates space to a processional candelabra poised on a stand (a denial of darkness, a supplication to the visible). The second portion presents a makeshift table on which 6 identical, artistically fabricated greeting cards rest, presumably awaiting dispatch from a theatrically absent sender (a denial of distance, a supplication to discursive communion). In each of these scenes, the status conditions of denial and supplication are suggested thanks to an artistic exaggeration of absence—particularly the absence of utility. This can be described by the following: the absence produced by utility’s denial begets a supplicatory motor for ecstatic affirmation. To further clarify, this affirmation-from-without (which is also to say, the social grace by which this material plea becomes art) is an anointment of matter with system-optimized significance —that is to say, optimizing the contents of this exhibition with interest-appreciative wordings such as those of the exhibition’s title.
Subdivision describes a cognitive procedure for viewing the exhibition’s assembly of artistically decorated paper. This product is to be cohered as a spatially contiguous environment in which each individual document is a presentation of a subdivided plot of a larger scenic-diegetic claim. For example, a wooden structure housing a well (as well as a glove, a gourd and an item of domestic deçor) is depicted in one image. A weeping willow-fashioned portal is witnessed in another. Through consistent and complimentary image material, a media-space if you will, these separate images are identified as though they are a navigable space for eyes capable of walking. It is worth noting that this technique of visualization is derived from Hypercard stacks such as the 1989 educational adventure game, “The Manhole.”
Subdivision refers additionally to the cultural style of image on display, derived as it is from normative archives of colonial- to reconstruction-era American craft, a stylistic wellspring that has supplied the subdivided residential communities of North America with one possible decorative life- joy. Aspects of this history’s nascent mediality are also in-roaded throughout the work and even analogized via the overdetermined material residues of administrative culture—namely printer paper, correction fluid and xerographic toner.
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Non-Opening with Decorative Accents
Exhibition design kits
Denial + Supplication Induction Site
Individual plots
Gaga Arte Contemporáneo is pleased to present “War Pickles,” a collaborative group exhibition involving the respective efforts of Bill Hayden, Mathieu Malouf, Sam Pulitzer and Antek Walczak. Integrated into the con- ventional group exhibition format and its value-generative tracings—namely social networks tied to particular localities of epoch and place, the creative affinity of 4 men from New York City—are two additional contextual uses. One is evident and very much on display, the other latent like an ASCII graphic inauspiciously inscribed onto a gallery website’s source code to compliment the individually authored works on display.
The clear use, evidenced by the exhibition title, is a pickle shop. On offer are a variety of pickled goods priced to compete with locally-sourced, artisan-quality food retailers catering to neo-bourgeois tastes. This is not to avoid the wealth of potential meaning these goods hold when deprived of use and offered instead as objects of aesthetic reflection (the notion of preservation through a process of fermentation is certainly fecund with analogies that can criss cross art and ecology like a child curator learning to tie its shoes). Much like the brine poured into each of these jars, such connotative whimsy only deepens the flavor of what is on sale. However it is the co-mingling of the aesthetic object with a pickle’s subsistent character (a subsistence that when pushed to an extreme becomes a survivance), its nutritious crunch, its glut of enzymes, its quaint organicity and so on that marks a hermeneutic horizon for this collaborative project, a deliberate conflation of the artistic and the artisanal within the stanchions of the contemporary. Until artistic worth fails to subsist the lives of those willful souls produced by the present constellation of the global, the necessity of these pickles’ existence will remain a pleasant aesthetic problem. But if and when the policeable organization of creative wealth crumbles alongside the tenuous world on which it is brokered, these pickles will rise like cryogenic beings from their jars as a reminder to one’s stomach the all too real object of its desire—hunger and the life that springs from its pangs.
The second, latent use is Party fundraising, an attempt to extract resources from the interest generated by the global siting of these careers to the tune of the contemporary (like chips beside a roulette wheel) toward resilient social organizing that is simply not possible within the operative discourses that bring art to the market while sending artists home to, say, the collected works of Thomas Bernhard.
Footnotes
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All this transpires under a leftist cultural mindset deeply steeped in classical politics, a mindset that needs to be liquidated along with its politics precisely because it adheres to the rules of an unattainable specialist governance worthy of your father, or your professor. When someone else, not your father, nor your art professor, says that “henceforth, what is economical is political and vice versa,” they are hinting at the buried eggs in the neoliberal existential matrix, at a kind of survivance propounded by Aby Warburg (Nachleben) to explain the occurrence of dead motifs re-emerging and in fact coming to define the coming eras with the intact preservation of their latent accumulating and organizing forces.
To continue raping the dead horse of Warburg studies (only relevant to a French art historical audience, as he is not studied in English and who knows what the fuck post-Nazi modern Germans study these days, Chantal Mouffe? Joseph Vogl?), the brutal nihilist puckish venomous aesthetic of “War Pickles” pokes its anachronistic head up out from the butt of the corpse, like the hidden horsemeat % in a hamburger. Rather than appealing to a low threshold Vice magazine polarity of coolness, retro-engineering the Guyton\Walker boom years artifact to arrive at some morbid subcultural referent like Assück: we can begin to understand it through the workings of Warburg’s survivance in his conception of “pathos-in-formula” (Pathosformel), where thought-out aesthetic deliberations of the image can modulate these intensities in an instructive and even progenitive way (as opposed to the usual reactionary critical stance that speaks of art squashing and neutralizing intensities, turning them into frozen hedge fund product for Frieze art fair speculation, all across networks, natch). Take for example, the exhibition’s largest collaborative work, the long ceramic tile pickle preparation counter-bar-piece-cum-video sculpture of “Principio del Fin” which expresses the weaponizing of the private individual atomic dweller of a city like New York, with its Brooklyn. Through a long march of jump-cut pickles on screen and a howled polemic that trudges label by label, jar by jar, toward an affirmative re-education of this pickled transbohemian into an intestinating sensitivity worthy to face the beyond identity, beyond difference of a messianic neoliberalism spectral to the organic skirmish that is digestion.
Yesterday, just another Bedford avenue skinny hipster bitch wearing Maker’s Mark on his breath, dimly aware of a Neverending war on Terror that produces boring “best pictures” at each years Oscars. Today—because of the real impact of catastrophic climate change and the increased tolerance to rampage on the streets thanks to the Arab Revolts and their Occidental repercussions (and after a successful gender reassignment) —she is a kind of more sober prepper-survivalist nerd, eager to eat food out of cans, down to make love barefoot and bruised after a cold bath by candlelight, tomorrow rappelling down the side of the building to try and rescue a baby from a submerged SUV, the next day trying to figure out how to rectify the carb shortage in this months food supply for her neighborhood block (time to plan a raid on Chelsea!), while scheduling time in her iCal to pitch-in on the unified public blockade of the city’s airports over the Thanksgiving holiday.