Anna UddenbergPelvic TrustAprilApr 11th - JulyJul 1st, 2017Gaga Mexico City

La primera vez que vi la escultura de Anna Uddenberg de un cuerpo enzarzado como un pretzel me recordó una posición de yoga. Dicha posición implica poner ambos pies detrás de la cabeza y las manos entrelazadas al rededor del cuerpo, sosteniéndolas juntas detrás de las nalgas. Esta postura pareciera casi imposible de lograr sin embargo es el reto de hacerla lo que la hace aún más deseable. Pareciera que ya una vez lograda no es nada cómoda, pero para los yoguis es una posición ideal para dormir. La tensión entre la relajación y la ansiedad que evoca, el confort mientras esta uno hecho nudo, cristaliza perfectamente cómo operan las ideas hegemónicas de género y clase entre nosotras y nosotros, especialmente en lo que a la femineidad y su relación con el neoliberalismo se refiere .

Para alguien menos flexible que no ha dedicado su vida a una práctica espiritual, como lo es la yoga, esta pose requiere mucho trabajo. Esta labor me recuerda a la naturalización de las ideologías de género. Las poses de yoga deben en principio dar la impresión de ser naturales y fáciles. De la misma manera verse “sexy” debe parecer algo casi natural y que no requiere esfuerzo. La escultura, titulada Calm and Cozy (calmada y acurrucada), hace precisamente evidente las tensiones entre las expectativas que tenemos sobre nuestros propios cuerpos y las tensiones entre lo que debemos lograr y lo que de hecho podemos lograr. Obviamente estas expectativas, aún cuando se presentan como libres, están mediadas por discursos hegemónicos sobre lo que es habitar cierto género, sexo y clase.

Como esta pose, las demás esculturas en la muestra me evocan un sentimiento de atrapamiento, un atrapamiento autoimpuesto. Para mí, es la representación de un bloqueo mental, una mente atrapada. Tratando de hacer un parado de manos en tacones, sostenidas por una pared de agua, tratando de sostenerse de los antebrazos y codos, para no caerse. Las esculturas se sostienen en sí mismas dentro de una “comodidad en esteroides“ como diría Anna. Y así es justamente como funciona el género. La feminidad es un atrapamiento autoimpuesto con el cual estamos negociando constantemente nuestra cotidianeidad, nuestra subjetividad. Las esculturas están generizadas y altamente sexualizadas pero en mi opinión más que problematizar la figura de la mujer, desestabilizan lo que entendemos por feminidad. Es fácil leer estos cuerpos como aquellos de una mujer femenina híper sexualizada, pero son más los significantes que permiten al espectador saber que es la feminidad la que está puesta en cuestionamiento. Los significantes de feminidad son claros: las largas uñas de acrílico, el pelo largo, los tonos de rosa, los tacones y la híper sexualización de ciertas partes del cuerpo. Pero la materialización del sexo se deja al espectador. Así, podríamos asumir que es una mujer híper sexualizada pero a mí me gusta más pensar que es la feminidad la que es problematizada.

Calm and Cozy, Disconnect, y las otras dos esculturas, evidencian la lucha interna de representar las reglas internalizadas de feminidad normativa. A través de una reacción afectiva con estas esculturas, sentirse atraído, confundido o repelido, las figuras funcionan como una reflexión de cómo se siente “tener que ser” versus “querer ser” en un contexto neoliberal. Tener que ser espiritual y a la vez sexy, independiente y económicamente autosuficiente.

La rigidez de las poses contrasta con los materiales que las sostienen. De hecho, se puede decir que las estructuras en las cuales los cuerpos descansan son parte fundamental de la escultura. Calm and Cozy performa la pose de un yogui para dormir sobre una rígida silla cubierta en todo tipo de alfombras y tapetes de carros. Las formas orgánicas y curvas de las estructuras hacen eco con los cuerpos en tensión. Estas características orgánicas y curvas nos invitan a relajarnos pero hay algo en tensión y conflicto que tenemos que resolver para lograr relajarnos. La muestra captura de manera precisa lo difícil que es habitar un género y clase y cómo es negociar con estructuras narrativas hegemónicas y nuestros propios deseos y cómo reconocer la diferencia.

Disconnect está cubierta en un collage de alfombra beige y tapetes de autos, en tonos corporativos beige y un verde institucional. Estos materiales no solo contribuyen al contraste entre confort y relajación versus rigidez y tensión pero más allá cuentan una historia de clase, gusto y ansiedad.

Al centro de la galería, un filtro líquido nos sumerge en un sentimiento de relajación, escuchamos el agua correr como de una fuente, pero este estado de relajación es casi imposible de lograr. Nuestra experiencia de la muestra esta constreñida por un recorrido de loseta de mármol falso blanco que contribuye a generar un sentimiento de ansiedad corporativa. Estamos entrando al “mini loft” de una clase media aspiracional. Estamos a la vez en una empresa, en la sala de espera, con las secretarias esperando nuestra cita . Estamos en un lugar que nunca hemos estado, nos sentimos cómodas y tensas…

Pelvic trust, funciona como una manera de mostrar que no hay nada natural o esencial sobre género, sin embargo las reglas de cómo actuar la feminidad están internalizadas al punto de pensar que son necesarias. La clase social se muestra en su manera más repelente, atractiva y aspiracional confrontándonos con la idea de necesidades y deseos. Pelvic trust nos lleva a un lugar que es difícil de lograr pero al cual queremos llegar y que una vez que hemos llegado es incómodo habitar. Somos empujadas y empujados, como lo hace el género y la clase, a una identidad construida en la cual no sabíamos que estamos representando una creencia. Disfruta la dulce incomodidad.